Reportan aumento de malaria en zonas mineras de Bolívar

Prensa OEP

Como parte de nuestras #AlertasOEP redifundimos el reportaje especial del medio internacional El País de España que detalla la dramática situación de salud que se vive en las zonas mineras del estado Bolívar en Venezuela como consecuencia del avance del extractivismo en el país. Las zonas mineras de Bolivar, al sur del país, sufren las consecuencias más trágicas del paludismo, una enfermedad que se creía ya controlada. Más de 320.000 casos se diagnosticaron en 2019.

 

Por Jean Hereu, El País

Imagen: Rosa Sabina Briceno, de 22 años, junto a su bebé en el ambulatorio de Santo Domingo (Las Claritas), después de dar a luz en un taxi. ADRIANA LOUREIRO FERNÁNDEZ

Cuando uno piensa en una nación que atraviesa una gran crisis política y económica, lo primero que viene a la mente probablemente no es el oro. Pero en Bolívar, el estado más grande de Venezuela, la minería ilegal de oro ha estado pujando durante años y el metal amarillo se ha convertido en una motivación para que muchos venezolanos se dirijan hacia el sur del país, como una última oportunidad para ganarse la vida antes de regresar a casa o huir a Brasil.

Luis Henrique Ripa, por ejemplo, viene directamente de la capital venezolana, Caracas. Dejó a su familia atrás para venir a trabajar como minero en Las Claritas, un pequeño pueblo ubicado en el Municipio Sifontes, en el estado Bolívar.

«Esta es la segunda vez que vengo aquí», nos dice cuando alguien le pregunta si ya ha visitado la zona. «Para ser sincero, no me gusta mucho, pero la oportunidad es demasiado tentadora. El primer día que llegué, encontré oro. Algunas personas buscan meses antes de hallar algo. Pero solo me tomó un día y lo interpreté como una señal. Estar aquí es una aventura, y lo que obtienes vale la pena».

El hecho de que Luis ahora esté postrado en cama, con un gran yeso cubriendo la mayor parte de su pierna derecha no parece motivo suficiente para que cambie de opinión sobre el viaje. Él sigue sonriendo e intenta olvidar su dolor. A principios de esta semana, se rompió la pierna después de una caída libre de 11 metros dentro de una mina de oro. Luis le pregunta a un médico local cuándo vendrá una ambulancia a buscarlo, pues sus lesiones son demasiado graves para ser manejadas en el ambulatorio local en el que se encuentra ahora. Tendrá que ser trasladado a un hospital para recibir un tratamiento adecuado.

Acostado en la cama a su lado hay otro joven llamado Yordan Pentoja. Yordan no se cayó, se enfermó. El paciente de 27 años también está siendo atendido en el ambulatorio por un tipo grave de malaria. Dice que le han diagnosticado la enfermedad una docena de veces desde que comenzó a trabajar en la mina de Piedra Dura, hace más de un año y medio.

«La malaria es como una plaga por aquí. Tengo tantos amigos y colegas que la han sufrido que ya dejé de contar», observa. Cierra los ojos y agrega: «Vine al ambulatorio esta mañana porque comencé a sentirme terrible. Me duelen la cabeza y el estómago como el infierno».

Yordan Pantoja, de 27 años, atendido en el ambulatorio por un tipo grave de malaria A. L. F.

Hace cincuenta años, Venezuela era presentado como uno de los principales países de América del Sur implicados en la batalla contra la malaria. Y aunque la enfermedad no se había erradicado por completo, se habían hecho esfuerzos para disminuir drásticamente el número de casos en el país. Pero en los últimos años, la enfermedad ha vuelto a aparecer en Venezuela. De hecho, en 2019, el país se clasificó como la nación más afectada en América Latina, con más de 320.000 casos diagnosticados.

«¿Ves? Este lugar es donde todo comenzó. O donde todo terminó, todo depende de cómo se mire», nos explica Yorvis Ascanio, un inspector de salud pública que trabaja para el programa Nacional de Malaria en Bolívar. Allí, en el Municipio Sifontes, la malaria ahora es endémica. «Cuando la crisis económica golpeó a Venezuela, también afectó mucho a la gente en Sifontes. Al principio, comenzamos a tener cada vez menos medicamentos en nuestro almacén. Pronto tuvimos que elegir a quién dar los pocos que teníamos, y tuvimos que enfocarnos solo en casos severos. Y fue la misma situación en otros ambulatorios y puntos de diagnóstico… He estado trabajando en esta área durante los últimos 12 años. He visto los altibajos de este lugar. Pero este último período está siendo extremadamente difícil para nosotros».

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OEP Venezuela

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