Cecosesola: Construyendo aquí y ahora el mundo que queremos

Cecosesola: Construyendo aquí y ahora el mundo que queremos

Por: Equipo de Escuela Cooperativa Cecosesola

NO. 2 Revista Territorios Comunes


1. Los inicios de nuestra organización.

 

Cecosesola nació en el año 1967 en la ciudad de Barquisimeto, como un organismo de integración en el cual se agrupan cooperativas de primer grado. Nos iniciamos con un servicio funerario para los asociados de las diez cooperativas afiliadas, con muy pocos recursos, en un humilde local y con una camioneta de segunda mano. Si bien no poseíamos mayores conocimientos sobre el oficio, abundaba mucha mística, audacia y ganas de resolver colectivamente esa necesidad sentida.

Sin embargo, la estructura cooperativa tradicional de directivos y empleados nos fue rápidamente burocratizando y como suele ocurrir en estos casos, rápidamente se fue desvaneciendo la pasión.

A partir del año 1974 comenzó un cuestionamiento sobre la razón de ser de Cecosesola y por ende del cooperativismo tradicional. Movidos por el deseo de convivir aquí y ahora en el respeto, el compartir y en la participación plena de todos y todas, se planteó que no nos podíamos limitar a ser fundamentalmente una cooperativa de sus socios y para sus asociados, con empleados y bajo una estructura jerárquica. Se hacía fundamental abrirnos a toda la comunidad en general, respondiendo con compromiso a necesidades colectivas, así como desarrollar un profundo proceso educativo de transformación personal con base en la reflexión sobre el acontecer diario.

En estas reflexiones permanentemente cuestionamos las estructuras jerárquicas tan arraigadas en el contexto de la cultura paternalista occidental. Además, propiciamos una perspectiva crítica sobre la tendencia tan marcada en nuestra cultura venezolana hacia el aprovechamiento individualista. Estas reflexiones han ido facilitando la emergencia de relaciones de confianza basadas en la responsabilidad, la equidad y la solidaridad mutua.

En el año 1976 asumimos, con amplio apoyo de la población, el transporte autobusero de la ciudad de Barquisimeto, luego de masivas manifestaciones en contra de intentos de duplicar el precio del pasaje. A los tres años éramos unos 300 trabajadores y operábamos con 132 autobuses. Esto terminó siendo una tremenda oportunidad para iniciar nuestra primera experiencia de una participación plena de los trabajadores y de la comunidad usuaria del servicio, acompañada de un proceso de ir desdibujando las relaciones jerárquicas.

El servicio cooperativo de transporte duró pocos años debido a que se convirtió en un poder de mucha relevancia en nuestra ciudad, creando profundos recelos en los sectores políticos. Así fue que, en el año 1980, el gobierno de turno incautó nuestros bienes en respuesta a nuestras masivas manifestaciones solicitando un subsidio con el fin de no aumentar el pasaje. Finalmente procedió a duplicar el precio del pasaje y, en poco más de 4 meses de administración, permitió la destrucción del 70% de la flota autobusera. El resultado fueron pérdidas equivalentes a 30 veces nuestro capital y a los pocos años el ya inevitable cierre del servicio.

Insertos en una situación económica catastrófica, con deudas por el orden los 7 millones de dólares, el reto que enfrentamos en esa época fue el cómo darle continuidad al proceso que habíamos iniciado de compromiso social así como de transformación personal y organizacional.

 

El surgimiento de la Red de Ferias de Consumo Familiar

 

Sin ningún recurso económico, quitándole los asientos a algunos de nuestros autobuses, iniciamos en el año 1984 unas ventas ambulantes de verduras y frutas en las mismas barriadas donde llegaban nuestras unidades de transporte. Y así, continuando con la participación plena de todos en un proceso basado en ir profundizando relaciones de responsabilidad, equidad, solidaridad mutua y por ende, de confianza, poco a poco fuimos, no sólo cancelando las deudas sino además, construyendo la red de Ferias de Consumo Familiar.

Esta red actualmente atiende las necesidades de productos básicos de unas 150.000 familias con unas ventas anuales de 100 millones de dólares. Estas ventas generan un ahorro anual, a los que adquirimos nuestros alimentos básicos a través de ella, por el orden de los 30 millones de dólares. En horas de mayor afluencia de personas, entre todos nuestros establecimientos ubicados en la ciudad de Barquisimeto y sus alrededores, funcionamos con más de 300 cajas registradoras operando simultáneamente.

Integrados a esta red se encuentran 15 organizaciones compuestas por más de 250 pequeños agricultores y agricultoras que planifican su producción para su venta en las ferias. El precio que reciben no es determinado por el mercado, sino acordado consensualmente en reuniones conjuntas entre los asociados y asociadas cooperativistas del campo y la ciudad, con base en los costos de producción. No se negocia, sino que nos ponemos de acuerdo como una familia en la búsqueda de ir construyendo relaciones de equidad. Actualmente movilizamos en una semana más de 800 toneladas de verduras y frutas.

Igual relación se construye con los integrantes de 7 pequeñas unidades de producción comunitaria que abastecen a las ferias de pasta integral, afrecho, granola, miel, carne de soya, salsas, aliños, pulpa de frutas, vainilla y una variedad de artículos de limpieza.

 

Resolviendo nuestras necesidades con esfuerzo propio: auto-financiamiento, red de salud y servicio funerario

 

Si bien recibimos un financiamiento considerable de parte del Estado para la adquisición de los buses, reflexiones posteriores nos fueron convenciendo de la importancia de, en lo posible, generar nuestros propios recursos. Esto no sólo en busca de una mayor autonomía, sino valorizando el proceso educativo que se fortalece cuando nos esmeramos colectivamente sin depender de otros. De esta manera se profundiza la responsabilidad y se nutre la mística y la pasión.

Esto cobra aún mayor importancia en medio de una cultura venezolana basada en un rentismo petrolero que alimenta el facilismo, el hacerse rico a través del mínimo esfuerzo.

Es así que a comienzos de los años noventa decidimos no solicitar más financiamiento externo, así como devolverle al Estado unos fondos recibidos para apuntalar nuestras actividades productivas. Además, asumimos el reto de cancelar con base a nuestro propio esfuerzo la inmensa deuda dejada por el servicio de transporte.

Esto motivó la creación de nuestro propio fondo de financiamiento con el aporte de las diferentes organizaciones integradas, el cual viene funcionando exitosamente desde hace 25 años, financiando insumos y maquinarias agrícolas, vehículos, construcción de locales y capital de trabajo. Hasta la fecha todos los créditos otorgados se han recuperado con muy pocos atrasos.

En coherencia con el criterio de resolver hasta donde sea posible nuestras necesidades con esfuerzo propio, en el año 2002 nos planteamos auto financiar la construcción de nuestro propio centro de salud, valorizado en 3 millones de dólares. Ya desde 10 años atrás, veníamos estableciendo pequeños consultorios médicos en algunas de las cooperativas que conforman nuestra red y el hospital cooperativo se perfilaba como una necesidad comunitaria muy sentida. No teníamos los recursos pero si la confianza que irían apareciendo cuando fuesen necesarios.

Terminamos la obra sin ninguna interrupción fruto de un esfuerzo colectivo lleno de mística y pasión. Entre numerosas actividades, vendimos en las ferias bebidas preparadas, efectuamos ventas improvisadas de ropa entre los trabajadores, traspasamos excedentes producidos por algunas de nuestras actividades, recibimos colaboraciones espontáneas de parte de los que utilizamos los servicios cooperativos y finalmente, ya para terminar la obra, se traspasaron a Cecosesola los depósitos bancarios sobrantes pertenecientes a las organizaciones de la red.

Adicional al Centro Integral Cooperativo de Salud, actualmente operan cinco consultorios cooperativos ubicados en los sectores populares de la ciudad y gestionados por cooperativas de la red. Entre todas y todos intentamos ir construyendo una convivencia armónica entre los diferentes enfoques de abordar la salud. Atendemos a más de 220.000 pacientes al año y contamos con dos quirófanos y 20 camas de hospitalización. Los precios de nuestros servicios de salud oscilan entre 40 y 50% por debajo de los vigentes en clínicas privadas.

Por último, nuestro servicio funerario ha continuado con un ritmo ininterrumpido por más de 50 años. Actualmente unas 19.000 familias tenemos garantizado este servicio, para hasta 9 de nuestros familiares cercanos, cancelando un módico aporte de $0,80 semanal. Los servicios a particulares se facturan 40% por debajo de los precios del mercado.

 

2. Descubriendo una manera de gestión colectiva novedosa

 

En la actualidad conformamos la red Cecosesola más de 40 organizaciones comunitarias así como las instancias de salud, ferias, funeraria y financiamiento del propio organismo de integración. En total somos más de 1300 trabajadores y trabajadoras asociadas que nos encontramos insertos en un proceso auto organizativo. El proceso organizativo va emergiendo. No tenemos ninguna estructura jerárquica ni líneas de mando. No existen órganos directivos ni cargos de supervisión. Existe una rotación permanente de tareas y trabajamos en equipo. Nuestra única estructura organizativa la constituyen nuestras reuniones. Cada actividad u organización efectúa por lo menos una reunión semanal abierta a todas y todos y además se efectúan unas 300 reuniones conjuntas al año entre todas las personas que integramos la red. Por supuesto, no en todas participamos al mismo tiempo, sino que vamos rotando en ellas de manera que las informaciones van fluyendo de reunión a reunión. El número de participantes por evento puede variar entre 15 a 200 personas.

Más que reuniones, se trata de encuentros familiares donde, si bien se toman decisiones, una de sus razones fundamentales es el ir consensuando los criterios colectivos que son la base para la toma de decisiones cotidianas. Estos criterios, flexibles y cambiantes, se consensuan con base en nuestros fundamentos éticos de responsabilidad, equidad y solidaridad mutua, en fin, en el respeto al otro, la otra y lo otro.

De esta manera, cualquier persona o reunión tiene la posibilidad de tomar una decisión consensual con base a estos criterios. Por lo tanto, ninguna reunión se encuentra por encima de otra y cualquier decisión se puede modificar si alguien considera que esta desconoce nuestros criterios y fundamentos. Claro está, se establecen responsabilidades sobre las consecuencias de las decisiones tomadas, especialmente cuando fueron basadas más bien en criterios personales.

El otro elemento fundamental de nuestras reuniones o encuentros es el ir propiciando un proceso de transformación cultural a través de la permanente reflexión personal y colectiva sobre nuestras actitudes y comportamiento en el quehacer diario. Se trata de ir construyendo relaciones éticas de responsabilidad, equidad y solidaridad mutua, trascendiendo nuestra versión tropicalizada de la cultura occidental que se manifiesta, entre otras variantes, en relaciones de aprovechamiento individualista, sin hacernos responsables de las consecuencias de nuestro accionar.

De manera que simultáneamente somos servicios comunitarios, organización y proceso. Como servicios comunitarios estamos en el compromiso de una “ética humanizadora”, de intentar siempre dar lo mejor de nosotros y de exigírnoslo mutuamente. Como organización somos una Cecosesola que permanentemente propicia la auto organización con base a una participación abierta a toda persona u organización comunitaria que se quiera ir incorporando, mientras que como proceso de transformación somos una aventura en la cual a diario descubrimos y damos nuevos pasos para ir construyendo aquí y ahora el mundo que queremos.

 

Enfrentando los retos de la Venezuela actual

 

Es de destacar el momento tan grave de deterioro económico y social que vivimos en nuestro país, ante un alto nivel de inseguridad, con una drástica escasez de casi todo, incluyendo alimentos y medicinas, y con una hiperinflación que ha llegado a superar el 80% mensual.

Por supuesto, ante estas realidades, nuestras actividades económicas están sujetas permanentemente a múltiples tensiones a las que se le adicionan las vividas en nuestro círculo familiar. De igual manera, cada vez es mayor la exigencia no sólo de mantener, sino también de mejorar y ampliar nuestros servicios ante una comunidad cada vez más ávida de alternativas para sobrevivir.

En el campo, la dramática escasez y el escandaloso costo de los insumos, ha colocado a la agricultura en una situación muy difícil de sostener. Ante esta situación, que ha llevado a reducir las siembras a menos de la mitad, nos esforzamos por capitalizar nuestro fondo de financiamiento aumentando los porcentajes aportados por las cooperativas del campo y la ciudad. Este fondo actualmente se dedica prioritariamente a la compra anticipada de semillas y otros insumos.

Por otro lado, si bien continuamos determinando conjuntamente y ahora mensualmente, el precio justo que recibe el agricultor o agricultora por su producción, adicionalmente hemos consensuado porcentajes de ajustes semanales según las características de cada rubro.

En cuanto a los víveres y artículos de limpieza, ante la poca producción nacional nos queda compartir con el sector privado el poco abastecimiento que queda después de que el gobierno se asigna la mayor parte para surtir las bolsas de comida que reparte. Por lo cual, no hay ninguna seguridad de abastecimiento de estos productos.

Sin embargo, hemos logrado cierta prioridad por nuestra capacidad de pago ya que, contrario a las cadenas de supermercados, nunca hemos dependido del financiamiento de proveedores. Como es de esperarse, nuestro capital de trabajo ha ido mermando con el tiempo ante una hiperinflación galopante.

A pesar de las dificultades, en Barquisimeto somos considerados por largo rato como el detallista más importante de productos de primera necesidad después del programa gubernamental, lo cual ha generado una creciente asistencia masiva a las ferias.

Ante las largas colas que comenzaban desde tempranas horas de la noche anterior, generando múltiples situaciones de violencia, tuvimos que reinventarnos. Diseñamos nuestro propio sistema automatizado y aleatorio a través del cual las personas se carnetizaron y ahora buscan su orden para comprar, sin hacer largas colas. Así pudimos rescatar la armonía característica de las ferias como un espacio de encuentro comunitario, contribuyendo a la equidad en la distribución de los productos básicos. Al estar las ferias integradas en un solo sistema, cada persona puede comprar solo una vez por semana en cualquiera de los establecimientos de la red.

Aunque la cola para buscar el número tiende a ser corta, actualmente, respondiendo a la problemática de la escasez de transporte colectivo, estamos diseñando un sistema para solicitar el número, ya sea vía mensajería de texto o por internet. Además, ante falta de efectivo y las fallas cotidianas de las plataformas bancarias, estamos en el proceso de implementación de una alternativa para recargar saldo en el carnet cooperativo de feria que posee cada quién y a través del cual se podrán pagar los mercados.

Otro reto que hemos tenido que enfrentar, es cómo aminorar el efecto de una galopante inflación en la calidad de vida de los trabajadores y trabajadoras asociadas que damos nuestro aporte en las actividades cooperativas que se desarrollan en la ciudad. En esta búsqueda, cada tres semanas ajustamos nuestros ingresos personales con base al aumento de las ventas en ese período. De esta manera intentamos que estos ingresos no queden tan rezagados en cuanto a la inflación.

Además, hemos creado un fondo de medicinas para disponer de medicamentos escasos para todas las personas que formamos parte de la red y nuestros familiares. Poseemos un fondo de salud que cubre un alto porcentaje de los gastos médicos. Desarrollamos actividades (venta de productos en las ferias en nuestros días de descanso) para fortalecer nuestra caja de ahorros y así facilitarnos préstamos a muy bajo interés para gastos del hogar y/o reparar los pocos cacharritos que nos quedan. Además, ante la alta inseguridad y la escasez del servicio de transporte en la ciudad, hemos ido estableciendo nuestras propias rutas para facilitar el desplazamiento entre nuestras actividades y nuestros hogares.

Con la progresiva pérdida de calidad de vida es fácil ceder a soluciones individuales inmediatistas y a esto dedicamos muchas de nuestras reflexiones. Por supuesto, existe una tensión permanente entre buscar soluciones colectivas o individuales, pero cada vez se intensifica más nuestra creatividad y nuestra capacidad colectiva de reinventarnos ante los retos que se nos presentan, incrementando así nuestra confianza en nosotras y nosotros mismos. Sentimos que el hecho de ir enfrentando entre todas y todos cada reto en una reflexión permanente, nos viene fortaleciendo con creces y nos va preparando para las nuevas dificultades que seguramente se presentarán.

 

Una señal en el camino

 

Según Humberto Maturana, para saber hacia dónde se dirige una cultura, hace falta detectar las emociones que mueven a sus integrantes, es decir, sus deseos, ambiciones, miedo. Por lo cual, un proceso de transformación cultural, de un grupo, una organización o un país, requiere un cambio en las emociones de las personas que forman parte de ella.

Los deseos de aprovechamiento individualista e inmediatista, sin considerar las consecuencias ni responsabilizarse por ellas, pareciera ser una característica sobresaliente de la cultura rentista arraigada en nuestro país. Por lo tanto, no nos puede sorprender la situación que sufrimos actualmente los venezolanos. De igual manera, siguiendo la afirmación de Maturana, si este deseo se continúa esparciendo y profundizando, ya sabemos hacia dónde nos dirigimos.

Pero el mismo Maturana no se queda en el determinismo y nos da una salida: el ser humano puede cambiar sus emociones con base en una reflexión, preguntándose cuál es el deseo que desea. De manera que las personas cambiamos solo si así lo queremos. Nadie nos puede obligar y vamos cambiando en el momento que decidimos reflexionar y cuestionar nuestras emociones.

La posibilidad de esta reflexión se acrecienta cuando pasamos por situaciones críticas como las que sufrimos actualmente los venezolanos, llevándonos a cuestionar las emociones que nos han traído la situación actual. El proceso en Cecosesola es fundamentalmente el de ir propiciando una transformación cultural que se va profundizando con base a la reflexión sobre nuestras actitudes y comportamiento en la cotidianidad. Un proceso que se ha ido desarrollando por décadas, encontrando muchas dificultades en un ambiente hostil a su desarrollo, en medio del creciente arraigo de la cultura rentista venezolana.

Como es de esperarse, su desarrollo no ha sido homogéneo ni mucho menos lineal. Se trata de un ir siendo con muchos altibajos, con múltiples dudas que en cuanto se van aclarando, aparecen otras. Sin embargo, este proceso, vivido con intensidad durante varias décadas, nos abre la esperanza de que en nuestra cultura venezolana existe el potencial de la reflexión y de la transformación y que el momento actual es especialmente propicio para profundizar cambios culturales que pueden apuntalar otra Venezuela.

Quizás simplemente pudiéramos ser una señal en el camino que nos advierte que por donde nos dirigimos como país no es la única alternativa posible. Que existe una experiencia venezolana que ha demostrado que otro mundo es posible si estamos dispuestos a comprometernos en un proceso transformador.

 

¿Hacia dónde vamos? 

 

Evidentemente, nuestra formación cultural dificulta que se den entre nosotras y nosotros procesos auto-organizativos como los que se evidencian de manera tan natural y espontánea en la dinámica milenaria de creación de vida en nuestro planeta. Pero en cuanto vamos viviendo la auto-organización en el respeto al otro, la otra y a lo otro, en relaciones de confianza y cooperación, vamos internalizando la dinámica milenaria de creación de vida en nuestro planeta, por lo cual nuestro comportamiento va entrando en sintonía con ese proceso. De esta manera se nos va abriendo la posibilidad de ir trascendiendo ese comportamiento ambientalista que se circunscribe a la imperiosa necesidad utilitaria de conservar una naturaleza que se encuentra al servicio de los seres humanos. Se nos presenta, así, la posibilidad de ir siendo intrínsecamente ecológicos en cuanto la naturaleza va dejando de ser algo fragmentado, aparte de nosotras y nosotros y vamos siendo todas y todos naturaleza.

Quizás nos estamos encontrando con una opción de vida. Una opción que nos lleva a ir trascendiendo esas relaciones de poder “sobre” que forman parte de nuestro acervo cultural. En coherencia, una opción que no contempla la toma del poder como una alternativa para cambiar el mundo. Una opción de vida abierta a todas y todos los que deseamos intentar vivir, aquí, ahora y junto con el otro, la otra y lo otro, el mundo que queremos

Autor

OEP Venezuela

Perfil oficial del Observatorio de Ecología Política de Venezuela

Ver todos los artículos de OEP Venezuela

Compartir

Categorías

Etiquetas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *