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Los extractivismos en crisis

8 octubre, 2019
Vladimir Aguilar Castro

Vladimir Aguilar Castro
Universidad de Los Andes
Grupo de Trabajo sobre Asuntos Indigenas (GTAI)

Primero Argentina. Ahora Ecuador. El extractivismo ya no tiene nada que ofrecer al futuro de la humanidad.

Ya no hay gobiernos progresistas ni conservadores. Lo que hay son gobiernos extractivistas. Y estos, de pronto, entraron en crisis. La capacidad de carga del planeta y de las fuentes de vida (oxígeno, bosques y agua) en la región, están en deuda con la naturaleza. A nivel político, los sistemas de gobierno no se adecuan a las realidades ecológicas de los nuevos tiempos. Tiempo ecológico y político se disocian provocando insurrecciones y sublevaciones populares.

En Ecuador todo comienza con el alza de los precios de los combustibles, como el Caracazo en Venezuela hace treinta años atrás. El modelo energético que le ha imprimido calor a la economía mundial está muriendo. Hoy en Ecuador se repite la escena, aun no tan dantesca como la de Venezuela, pero tardará poco en que se le parezca.

La revolución termo industrial que calentó la economía mundial se la provocó también a la Madre Tierra. Ciento ochenta años después asistimos al colapso del modelo energético. Lo anterior, es lo que constituye el fondo de la cuestión. Lo demás son barnices a una situación económica cada vez menos sostenible. La evidencia del Cambio Climático se ve reflejada en un modelo político agotado. En Venezuela,  Ecuador y Perú es igual. Pronto será el momento del resto de los países amazónicos, y así sucesivamente.

Frente a lo antes expuesto: ¿Que oponer como alternativa? En el caso de Ecuador y del resto del continente, el Buen Vivir sigue siendo la hoja de ruta de los pueblos pero sin recetas del Fondo Monetario Internacional (FMI), y sin déficits populistas.

Al FMI poco le importa el tipo de gobierno que esté al frente del Estado. En países extractivistas la fórmula es la misma. Aumento y fin de los subsidios al combustible. La apuesta de la receta siempre será neoliberal, en consecuencia, extractivista.

En los actuales momentos el asunto no es tanto preguntarse por qué Ecuador, el cual lució relativamente «estable» mientras el boom petrolero estaba en su máximo apogeo en todos los países extractivistas petroleros y mineros de la región. El quid de la cuestión está en que pueden pasar los años y las recetas del FMI son las mismas. Pareciera que no hubiese lecciones aprendidas.

La capacidad que se le otorga al Estado con dinero fresco de la receta para tapar los huecos fiscales, a su vez sirve para aumentar la fortaleza de pago de la deuda que se adquiere con los mismos órganos que ofrecen los empréstitos, solo que esta vez generando tasas de intereses deslumbrantes y por supuesto mayor sometimiento.

Es claro que las recetas fondomonetaristas generan mayor dependencia extractivista. El caso actual del Ecuador quizás sea la mejor expresión de ello. Lo interesante es que Moreno continuó con la política de sujeción al FMI iniciada por Correa en el 2016, luego del terremoto que sacudió la costa del pacifico de ese país, y que el Presidente utilizara como pretexto para solicitar dichos préstamos.

A pesar de ello, en las últimas elecciones al electorado no se le habló claro. No se le dijo que el plan de acudir a los órganos multilaterales, era un punto en común entre el candidato opositor el banquero Lasso y Alianza País. En tiempos electorales nadie arriesga, pues los votos castigan.

El Ecuador nos muestra también que lo que diferencia el esquema de gastos de un gobierno populista y uno conservador es que el primero busca aumentar la burocracia y permite la emergencia de los nepman, lo que en términos de Vladimir I. Ulianov los nuevos hombres ricos de la economía política, y el segundo busca fortalecer las burguesías tradicionales y/o emergentes.

Los dos tienen en común tres cosas: corrupción como forma de acumulación de capital ; dependencia del capital financiero y, profundización del extractivismo como mecanismo de pago y compensación de la deuda, aunado a la destrucción sin piedad de la naturaleza.

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