Variaciones Post-Pandemia

Imagen: Reuters / Banksy /Game Changer

I

Llegado el tiempo, hombres, mujeres y niñxs nos encerramos en nuestros hogares, a los ancianos se les confinó a centros de aislamiento total. Se nos pidió no salir por el bien colectivo.

En lo colectivo, unxs se comenzaron a molestar más porque lxs otrxs, por lo general lxs más pobres, salían. Otrxs se molestaban por las condiciones de precariedad que no hacían posible quedarse en las casas. Comenzaron a ver cosas.

Comenzamos a vernos con mayor extrañeza que antes. Parecía eficaz la amenaza de la multa global por no usar las mascarillas del Fondo Inmunitario Internacional. Unos desesperaban por sonreír otros se sentían aliviados por no tener que hacerlo. En especial ante lxs extraños, cada vez más extrañxs, a lxs que veían solo para ir a retirar la comida.

La comida comenzó a dejar de llegar a las tiendas. Unxs se alegraban que los fondos de ayuda se hubiesen dirigido al sistema de distribución global de alimentación de contingencia, distribuidos militarmente por los estados, otrxs se molestaban porque la ayuda debió ser destinada para financiar la producción de los pequeños productores, en su mayoría mujeres. Estxs últimxs molestxs se han puesto a sembrar con medios muy precarios. Les dejan hacerlo siempre que sigan distanciadxs.

Pocxs recuerdan cómo de alguna manera ya vivían distanciadxs, en sus casas, en trabajos que no les permitían salir, como ahora. Sin embargo, piensan que es una novedad, han perdido un poco la memoria sobre la vida no vivible del antes, donde casi no salían por el teletrabajo que fue incluido en las leyes laborales globales, medida excepcional y obligatoria. Otrxs han buscado ocuparse en trabajos de cuido, trabajos que aún no pueden prohibir porque no tienen reemplazo. Se ha intentado.

Intentaron con telemaratones de artistas, campañas de responsabilidad social colectiva y misas televisadas hacernos creer que este virus, nuevamente, nos había puesto a todos en el mismo lugar, que había demostrado que éramos todxs iguales. Lxs millonarixs siguen en sus islas privadas. En los barrios siguen lxs pobres sin agua ni luz desde hace un tiempo. Las cifras ya no son fiables para nadie por lo que algunxs dejaron de verlas, la población mundial cada vez es menos.

Otros gobiernos, que son pequeños, pero dicen que más humanos, cerraron sus comunidades. Se dice que allí se han creado diversas curas y remedios que mitigan los síntomas, pero no se sabe más porque se prohibió cualquier información sobre tratamientos en los medios y redes sociales que no sea información sobre la Retro Covid-22 y el sistema de crédito global para colocársela.

Los sistemas de investigación funcionan todos bajo la regulación del Fondo Internacional de Pandemias y Colapso Ambiental. Luego de que el cambio climático se hiciera evidente como causa principal de las dos últimas pandemias globales ha bajado el consumo de carne y los centros de producción de alimentos se militarizaron. Sin embargo, se han intensificado las actividades mineras del sur global y el intento de recuperación del mercado de combustibles fósiles ha sido sustituido, en el norte global, por el impulso a las tecnologías verdes, con su economía y mercados verdes, sustentable es el término de estas décadas. El Sur global sigue de proveedor de materias primas para estas caras tecnologías.

En el 2020 no hubo grandes movilizaciones. Sin embargo, al final de la vuelta a la normalidad, luego del Covid19, las exigencias fueron muchas, entre ellas: 1) la creación un sistema de salud global y 2) la conformación de gobiernos más democráticos. Ello resultó en una nueva forma de consenso social que terminó en coaliciones de partidos. Los ejércitos que no quisieron perder el protagonismo y territorio ganado, tuvieron sus propixs candidatxs que resultaron parte de los triunviratos que hoy gobiernan a nivel global. La mayoría de los gobiernos transitorios son producto de una coalición entre la sociedad civil, los ejércitos y el sector privado. La democracia de excepción sanitaria puede que se instale por unas décadas más.

Todos pensábamos que íbamos a volver a la normalidad en 2020. Ya nada es lo mismo.

II

Llegado el tiempo, los hombres, mujeres, ancianxs y niñxs no nos encerramos en nuestros hogares, descubrimos otras formas además de las cuarentenas para tratar con las pandemias que cada vez son menos. Se nos pidió tomar medidas para evitar contagios por el bien colectivo.

Colectivo. En lo colectivo unxs comenzaron a activar las ollas colectivas, centros de alimentación y los centros de medicinas autogestivos para que todxs pudiesen salir y garantizar comida y salud a todxs; el fondo de alimentación global se había activado bajo presiones de calle hace unos años cuando se comenzaron a ver cosas.

Comenzamos a vernos con menos extrañeza que antes. Como las mascarillas bajaban nuestras defensas, de acuerdo a los estudios independientes que eran de circulación obligatoria en todos los medios, dejamos de usarlas. Unxs se desesperaban por tener que sonreír de nuevo, otrxs se sentían aliviadxs de poder hacerlo. En especial ante lxs extrañxs, cada vez menos extrañxs, que se sumaron a los espacios locales de distribución de alimentos.

La comida comenzó a dejar de llegar a las tiendas. Las protestas de la pandemia anterior habían logrado de que los fondos de ayuda no se hubiesen dirigido a los sistemas financieros globales o las empresas privadas y se hubiese podido financiar entre otras cosas la producción de lxs pequeñxs productorxs, en su mayoría mujeres. Activada la emergencia existen sistemas de distribución locales. La agricultura que predomina es la agricultura regenerativa y formas de agricultura no sostenibles son penalizadas con multas por daños ambientales, las multas globales se hicieron impagables para las grandes corporaciones. Las ciudades todas también se transformaron en espacios de siembra en donde ante nuevas pandemias ya no se guardan cuarentenas obligatorias si no que se establecen protocolos de alimentación adecuados para incrementar las defensas. El cambio de alimentación, la prohibición de alimentos transgénicos a nivel mundial, el manejo sostenible de la comida animal, entre muchas otras cosas que cambiaron, han ayudado progresivamente a que esto sea efectivo.

Pocxs recuerdan como de alguna manera hasta hace poco vivían distanciados en sus casas, esclavxs a los teletrabajos por la emergencia sanitaria. Piensan que es una novedad, que por cuidar a los niñxs o enfermxs se les remunere mejor, que sea remunerado mejor el trabajo del campo. Ya no solo los aplauden, el valor de su trabajo se trasladó a vidas y salarios dignos. Mi madre enfermera ha perdido un poco la memoria de su vida de antes, y es una desmemoria feliz.

Algunos sectores ya minoritarios y con menos poder, nostálgicos del neoliberalismo, buscaron con telemaratones de artistas, campañas de responsabilidad social colectiva y misas televisadas hacernos creer que este virus nos ponía a todos en el mismo lugar, que éramos todos iguales. Lo intentaron, pero todo era tan evidente: a menor desigualdad social de clase, raza, edad y género, menor el impacto global y cada vez son menos los efectos de las pandemias en términos sociales.  Los multimillonarios tuvieron que renunciar a la propiedad de sus islas por ser decretadas áreas protegidas, la brecha entre el sur y el norte global es menor.  La recuperación ambiental permitió la transición a energías locales renovables y sostenibles y cada barrio y territorio gestiona desde entonces sus servicios públicos.

Los gobiernos, diversos en formas, pero más humanos, y que en el 2020 cerraron sus comunidades hoy abiertas, siguen generando diversas curas y remedios que mitigan los síntomas de algunas de las pandemias que posteriormente llegaron con menos fuerza. El conocimiento científico se encuentra – por principio de precaución- libre y se ha prohibido sobre él cualquier tipo de patente. Desde que, en aquel pueblo remoto de la Amazonia, en la comunidad no se enfermaran o se curaran rápidamente del covid-20, los conocimientos de medicina ancestral son considerados fundamentales para la vida.

Luego de que las vacunas contra los virus anteriores fuesen liberadas, salieron a la luz estudios sobre sus efectos y su uso se hizo de libre elección. Cada vez se necesitan menos ante el cambio de los sistemas de producción global alimentarios que ahora se definen y gestionan para la soberanía alimentaria. Existe la prohibición de actividades como la minería a cielo abierto, la tala de árboles en zonas protegidas, el turismo de alto impacto o actividades que amenacen la biodiversidad.  Luego que el cambio climático se evidenciara como causa principal de las tres últimas pandemias globales, se ha bajado el consumo de carne, los centros de producción de alimentos se comunizaron y se hicieron locales. Muchas cosas han ido cambiando.

Las movilizaciones y estrategias de protesta diversas de 2020, al final o incluso antes de lo que quisieron imponer como la vuelta a la normalidad, potenciaron nuevas formas de gobiernos más allá de los Estado Nación. Se reconocieron los territorios de pueblos ancestrales y se establecieron formas de organización territoriales diferentes al viejo orden mundial. La mayoría de los gobiernos transitorios son producto de coaliciones de asambleas territoriales y de comunidades con figuras de gobernanza diversas, la ciudad no logró ser efectiva como forma de organización territorial en el antiguo orden global. La formación de estos gobiernos fue producto de muchas discusiones sobre la salida del estado de excepción, que por primera vez incluyó a los sectores más vulnerables en la discusión, esto tomó tiempo, pero la apertura de las fronteras fue la única salida contra la xenofobia de las últimas pandemias vividas. Desde entonces no se necesitan pasaportes.

Todos pensábamos que íbamos a volver a la normalidad en 2020. Ya nada es lo mismo.

Liliana Buitrago

Autor

Liliana Buitrago

Investigadora, docente y artivista ecofeminista. Magister en Lingüística. Hace parte del ℙ𝕒𝕔𝕥𝕠 𝔼𝕔𝕠𝕤𝕠𝕔𝕚𝕒𝕝 𝕖 𝕀𝕟𝕥𝕖𝕣𝕔𝕦𝕝𝕥𝕦𝕣𝕒𝕝 𝕕𝕖𝕝 𝕊𝕦𝕣. She/her

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