El sentido de la oportunidad extractivista en Venezuela

Vladimir Aguilar Castro

Grupo de Trabajo sobre Asuntos Indígenas (GTAI)

Universidad de Los Andes

Sería Charles Tilly quien daría cuenta del sentido de la oportunidad política como el momento en el que se despliegan condiciones para el desarrollo de fuerzas y actores políticos en un espacio determinado a nivel local, nacional, regional o internacional.

En el caso de Venezuela ello no ha sido la excepción. Las condiciones democráticas de antes de 1999 fueron las necesarias para que, desde entonces, ocurriera lo que ocurrió.

Lo antes descrito es el resultado de lo que hemos denominado el sentido de la oportunidad, esta vez extractiva. En efecto, el extractivismo en Venezuela además de ser la expresión de un modelo de acumulación hidrocarburífero y ahora minero, basado en la sobre explotación de las fuentes de vida (agua, oxígeno y bosques), ha sido un mecanismo de ascenso (y descenso) social.

La llamada “democratización de la renta” permitió un ascenso social para quien lo sabía aprovechar, pero también implicó una condena para quien no lo supo usufructuar. Al día de hoy, la Venezuela de estos tiempos se debate entre quienes tienen aún acceso al poco de renta que queda, y los que pugnan por las migajas que el sistema y la economía corsaria aún les concede.

La economía corsaria es la que hace descansar el conjunto de sus relaciones en lógicas de contrabando. Estas son las que se han venido transando en el país derivado del desmontaje sistemático del aparato productivo nacional en el último decenio, acelerado por las sanciones económicas impuestas desde el exterior desde hace unos cinco años atrás.

Antes de 1999, los gobiernos de la llamada cuarta República pusieron la renta al servicio del partido quien ejercía el control del Estado, hasta que ello entraría en crisis luego de la segunda elección como Presidente de Carlos Andrés Pérez en 1989. Allí comenzaría el punto de inflexión extractivo.

El sentido de oportunidad extractivista comenzaría a hacer mella. El país entraría rápidamente en una deriva hasta la elección de Hugo Chávez Frías como Presidente. La posibilidad de un cambio cualitativo estaba a la orden del día, sin embargo, la realidad política se topó con la realidad económica (extractiva) y los precios del petróleo comenzaron a aumentar, facilitando la consolidación y profundización del modelo de los últimos cien años que Asdrúbal Baptista definiría como capitalismo rentístico.

La mesa le quedaría servida al gendarme del momento luego del fracaso de los episodios golpistas de abril 2002, y del paro petrolero entre diciembre 2002 y febrero 2003. Desde entonces, la corresponsabilidad entre quienes han dirigido el país y quienes se le han opuesto ha marcado el ritmo de la inestabilidad política de estos últimos veinte años.

El sentido de la oportunidad extractivista ha tenido múltiples expresiones. Desde lo social, pasando por lo económico y político y que hizo de Venezuela el paraíso perfecto para muchos migrantes, desplazados y refugiados, hoy en día lo que está en cuestión para trascender la crisis humanitaria compleja la cual es estructural, cultural, histórica y civilizatoria, es precisamente la superación del modelo de acumulación termo industrial con un poco más de cien años de historia nacional.

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Vladimir Aguilar Castro

Investigador Grupo de Trabajo sobre Asuntos Indígenas de la Universidad de Los Andes

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